Me acerqué a un grupo de niñas que jugaban a la goma elástica.Debían ser de la edad de mi hermano Daniel, pero no me importó mucho. Cuando les dije que me llamaba Alma y que quería jugar se miraron unas a otras y se rieron. Una de ellas, que debía ser la jefa de la pandilla, se acercó a mi cara con aires de matona y me llamó mocosa enana. Y yo que no soportaba que me llamasen mocosa, y mucho menos enana, agarré su larga coleta rubia y le di un tirón, pero ella que era más alta, me propinó un puñetazo en la nariz.
Empecé a sangrar por la nariz, y en vez de empezar a llorar, no se me ocurrió otra cosa que propinarle una patada en la espinilla. El grito fue tremendo, y el pequeño corro de niñas aumentó, también aumentó la ira de mi oponente,llorando de rabia embistió contra mí como si fuera un toro bravo. Como en el embiste cerró los ojos para concentrar toda su fuerza contra mí, aproveché el descuido y hábilmente la esquivé. El golpe contra la pared fue épico, y las risas de las demás niñas fue humillante.
Iba a acometer la segunda embestida, pero la directora la sujetó por las orejas y frenó el impetú de aquella bestia enfurecida. A mí me hizo lo mismo y, de esa manera, nos llevó hasta su despacho.
Para mi desgracia, aquel palo de fregona envinagrado descargó toda su ira sobre mí; tanto me impresionó que del miedo me oriné encima. Aquella niña empezó a reírse a carcajadas en mi cara, tanto que acudió sor Milagros que andaba por el pasillo.
Para mi desgracia, aquel palo de fregona envinagrado descargó toda su ira sobre mí; tanto me impresionó que del miedo me oriné encima. Aquella niña empezó a reírse a carcajadas en mi cara, tanto que acudió sor Milagros que andaba por el pasillo.
Entró sor Milagros al despacho, para alivio mío, y cuando aquella directora avinagrada iba a dirigirme de nuevo una de sus letanías sobre mi mala educación e imponerme el más severo de los castigos, Sor Milagros terció en mi ayuda.
-Creo que estás siendo muy injusta con Alma-le recriminó Sor Milagros.
-Como directora de este ilustre colegio es mi deber frenar todo tipo de violencia-se justificó recomponiéndose el moño.
-Si quieres evitar estos conatos de peleas debes aplicar y reprender a las dos. Te recuerdo que tu sobrina Amalia empezó la disputa y es tres años mayor que Alma.
Contrariada, la directora, no tuvo más remedio que reprender a su sobrina y aplicarle el mismo castigo. Aquella niña maleducada empezó a llorar y a patalear. La directora se sonrojó y la llamó a parte, a mí me mandaron de cara a la pared en el pasillo al lado de la puerta del despacho de la directora, luego salió aquella niña y se puso de cara a la pared. Estuvimos así una hora, de cara a la pared y sin hablar. De vez en cuando la veía por el rabillo del ojo mirarme con aire de desprecio.