Voy a empezar a contar mi historia, pero como toda historia que se precie se ha de contar desde el principio, así pues comenzaré mi historia....
Todo estaba previsto para que naciera en el mes de junio, pero por cosas del destino el parto se adelantó dos meses y nací un veinticinco de abril.
Aquella mañana mi madre había salido a comprar acompañada como siempre de nuestra vecina Lola, una mujer de fuerte carácter pero bonachona. Mi abuela materna se había quedado al cuidado del pequeño Daniel, que por aquel entonces solo tenía dos años. El resto de mis hermanos: Piedad, Jorge, Alfonso y Juan Carlos se encontraban en el colegio. Mi padre-de profesión maquinista-se encontraba de camino a Ciudad Real, nada podía augurar que todo se iba a poner patas arriba en ese día.
Mi madre se encontraba comprando en la carnicería de Doña Paquita a dos manzanas de mi casa. Doña Paquita era una carnicería de confianza en el barrio, aunque algo cara. Y en eso estaban mi madre y mi vecina discutiendo por lo caro que se estaba poniendo el cordero y el pollo, cuando mi madre empezó a encontrarse francamente mal. Doña Paquita, que era una mujer con mucha experiencia en estas lides-no obstante había parido a ocho hijos-se olió que el parto se había adelantado, así que llamó a su marido y todo transcurrió tan aprisa que para cuando mi madre quiso darse cuenta, yo ya estaba en este mundo. Pero la cosa se iba a complicar...al menos para mí; los problemas respiratorios y el nacimiento prematuro hicieron que mis dos meses en la incubadora no fueran muy apacibles.
En casa, los nervios estaban a flor de piel. Mientras mi abuela esperaba la llegada de mis tías para que las ayudara a gobernar a la chiquillería, mi padre nada más llegar a Ciudad Real se enteraba de la noticia y sin lugar a tomar un respiro tomaba el primer coche de línea de vuelta a casa.
Todo estaba previsto para que naciera en el mes de junio, pero por cosas del destino el parto se adelantó dos meses y nací un veinticinco de abril.
Aquella mañana mi madre había salido a comprar acompañada como siempre de nuestra vecina Lola, una mujer de fuerte carácter pero bonachona. Mi abuela materna se había quedado al cuidado del pequeño Daniel, que por aquel entonces solo tenía dos años. El resto de mis hermanos: Piedad, Jorge, Alfonso y Juan Carlos se encontraban en el colegio. Mi padre-de profesión maquinista-se encontraba de camino a Ciudad Real, nada podía augurar que todo se iba a poner patas arriba en ese día.
Mi madre se encontraba comprando en la carnicería de Doña Paquita a dos manzanas de mi casa. Doña Paquita era una carnicería de confianza en el barrio, aunque algo cara. Y en eso estaban mi madre y mi vecina discutiendo por lo caro que se estaba poniendo el cordero y el pollo, cuando mi madre empezó a encontrarse francamente mal. Doña Paquita, que era una mujer con mucha experiencia en estas lides-no obstante había parido a ocho hijos-se olió que el parto se había adelantado, así que llamó a su marido y todo transcurrió tan aprisa que para cuando mi madre quiso darse cuenta, yo ya estaba en este mundo. Pero la cosa se iba a complicar...al menos para mí; los problemas respiratorios y el nacimiento prematuro hicieron que mis dos meses en la incubadora no fueran muy apacibles.
En casa, los nervios estaban a flor de piel. Mientras mi abuela esperaba la llegada de mis tías para que las ayudara a gobernar a la chiquillería, mi padre nada más llegar a Ciudad Real se enteraba de la noticia y sin lugar a tomar un respiro tomaba el primer coche de línea de vuelta a casa.
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