lunes, 16 de junio de 2014

Ahora me toca a mí


 Pasados unos meses, mi madre no tuvo más remedio que buscar trabajo. Éramos muchas bocas que alimentar, y el sueldo de mi padre no se podía estirar más. Mi abuela Clara, que vivía con nosotros nos ayudaba con su escasa pensión de viudedad, pero eso no era suficiente. Lo cierto es que mis padres hacían infinidad de cuentas para poder llegar a final de mes. Así que mi madre optó por ponerse a trabajar para sacarnos adelante dignamente.
  Mi vecina Lola se había enterado que en el colegio de mis hermanos necesitaban cocineras para atender el comedor. Así que antes de que cantara un gallo, ya estaba mi madre allí para empezar a trabajar. Ni que decir tiene, que mi madre fue siempre una gran cocinera, por lo que no fue difícil que la contrataran. Así que al inicio de curso, mi madre empezó a trabajar y mis hermanos, salvo el pequeño Daniel, se quedaron a comer en el comedor escolar. Daniel y yo quedamos al cuidado de mi abuela, y de mi vecina Lola que también nos echaba una mano cuando podía.
  Daniel que no estaba dispuesto a dejar su papel de rey de la casa, le dio por quitarme el chupete. Aparecía cuando sabía que yo estaba en la cuna dormida, se quedaba esperando pacientemente hasta que ya vencida totalmente por el sueño expulsaba el chupete. Entonces el lo cogía prestado y me miraba con gesto de triunfo.
-Ahora me toca a mí-decía en voz baja-que tú ya lo has tenido mucho rato.
 Salía triunfante con el chupete en la boca y se asomaba a la cocina. Si no había nadie, entraba y arrimaba una silla al armario de la cocina, se subía y abría la puerta dónde estaba el tarro con el azúcar. Mojaba el chupete y se lo volvía a colocar en la boca disfrutando como si de una caramelo se tratara. Y con mi chupete en la boca, se ponía a jugar alegremente con sus juguetes. Hasta que mi abuela le sorprendía.
-¡Daniel, qué haces con el chupete de tu hermana!
-Ahora me toca a mí abuela-respondía refunfuñando.
-El chupete es de Alma-le respondía mi abuela.
-Pero ella lo tiene todo el rato.
-Ella es pequeñita.
-Y yooo-respondía Daniel justificándose.
-¿Pero no oyes como llora tu hermanita?-le preguntaba para ver si así terminaba con su manía. Mientras tanto, en la habitación de mis padres yo lloraba desconsoladamente llamando la atención para que algún alma caritativa fuese a hacerme compañía. A los pocos segundos aparecía mi abuela y Daniel. 
-Toooma Alma, ahora te toca a ti- me decía como quien establece las reglas de juego.-Pero luego, cuando no lo quieras más, me lo dejas un ratito ¿vale?
 Al cabo de unas semanas, y viendo que mi hermano no cejaba en su obsesión por el chupete, optaron por comprarle uno para que me dejara tranquila. Como comprenderéis, era la única solución, dado que no había forma de hacerle comprender que él no necesitaba de ningún chupete, pero los celos son los celos. 

martes, 3 de junio de 2014

Mi infancia III.

 Tras pasar dos meses en la incubadora y sufrir un sin fin de pruebas médicas, por fin una mañana del mes de julio decidieron darme el alta. Mis hermanos esperaban con ilusión mi llegada a casa. Quizás el más inquieto fuese el pequeño Daniel. Acostumbrado a ser el rey de la casa, ahora veía peligrar su trono; así que no paró de hacer trastadas por algún tiempo, con la finalidad de atraer así la atención de mis padres.
  Mi tía Elvira, que era profesora y psicóloga,se encontraba ya de vacaciones como el resto de mis hermanos. Este año había cambiado de planes, aplazando su viaje a Grecia para últimos de agosto. Decidió que lo mejor era quedarse algún tiempo en casa para ayudar a mis padres. Y ante la conducta de Daniel optó por poner en práctica sus conocimientos como psicóloga. Cuando hacía alguna trastada, al anochecer le contaba algún cuento en el que el protagonista manifestara un comportamiento similar y su correspondiente moraleja. Al principio, no pareció ser muy efectivo, pero a los pocos días el comportamiento de Daniel mejoró muchísimo.
  Mi hermana Piedad, se convirtió en mi sombra. Estaba ilusionada como una niña con su muñeca nueva. Quizás estuviese harta de que la fastidiasen constantemente mis hermanos. Al fin tendría una aliada, aunque ellos eran mayoría y nosotras dos siempre tuviéramos la de perder. Sobre todo en cuanto a ver los programas de televisión, el fútbol sería siempre nuestra cruz.

miércoles, 28 de mayo de 2014

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    viernes, 23 de mayo de 2014

    Mi infancia II

    A los cinco días de nacer permitieron a mis hermanos visitarme. Un grueso cristal me separaba de seis caritas curiosas. El pequeño Daniel, en brazos de mi padre, no paraba de repetir todo lo que decían los demás. 
    -¡Mirad que pequeñita es!-comentó mi hermano Juan Carlos. 
    -Pequenita-repetía mi hermano Daniel pegando su dedito lleno de baba al cristal. Ni que decir que el cristal acabó decorado por el pequeño rubito mimoso.
    -¿Y tú cómo eres?-le preguntaba mi padre bromeando.
    -¡Graaandee!- respondía haciendo pucheros.
    Mi hermana Piedad, que ya tenía doce años le explicaba al resto que yo era pequeña porque había nacido dos meses antes. Mi hermano Juan Carlos que por aquel entonces tenía cinco años la miraba con la boca abierta y a todo respondía con un..Ah, vale.
     La excursión les duró poco, debido a mis problemas de salud tenían que hacerme algunas pruebas, así que se fueron enseguida a casa con mis tías paternas: Paquita y Elvira. 
     La que no se apartaba ni un segundo de mi, era mi madre; unas veces acompañada de mi padre, otras de mi vecina Lola, que para ella era como su hermana. Porque mi madre, no tenía hermanas, era hija única. Así que, Lola, nuestra vecina pasó a ser como un miembro más de la familia, como una hermana. Mi vecina no tenía hijos, ya que debido a una enfermedad no podía tenerlos.  Ella y su marido eran los padrinos de mi hermano Alfonso, y todos los domingos venían a casa a desayunar cargados de churros con chocolate para todos. Ese día era todo un acontecimiento digno de ver, sobre todo para el pequeño Daniel que era tan goloso que acababa con toda la cara manchada de chocolate.

    miércoles, 14 de mayo de 2014

    Mi infancia

       Voy a empezar a contar mi historia, pero como toda historia que se precie se ha de contar desde el principio, así pues comenzaré mi historia....
        Todo estaba previsto para que naciera en el mes de junio, pero por cosas del destino el parto se adelantó dos meses y nací un veinticinco de abril. 
         Aquella mañana mi madre había salido a comprar acompañada como siempre de nuestra vecina Lola, una mujer de fuerte carácter pero bonachona. Mi abuela materna se había quedado al cuidado del pequeño Daniel, que por aquel entonces solo tenía dos años. El resto de mis hermanos: Piedad, Jorge, Alfonso y Juan Carlos se encontraban en el colegio. Mi padre-de profesión maquinista-se encontraba de camino a Ciudad Real, nada podía augurar que todo se iba a poner patas arriba en ese día.
          Mi madre se encontraba comprando en la carnicería de Doña Paquita a dos manzanas de mi casa. Doña Paquita era una carnicería de confianza en el barrio, aunque algo cara. Y en eso estaban mi madre y mi vecina discutiendo por lo caro que se estaba poniendo el cordero y el pollo, cuando mi madre empezó a encontrarse francamente mal. Doña Paquita, que era una mujer con mucha experiencia en estas lides-no obstante había parido a ocho hijos-se olió que el parto se había adelantado, así que llamó a su marido y todo transcurrió tan aprisa que para cuando mi madre quiso darse cuenta, yo ya estaba en este mundo. Pero la cosa se iba a complicar...al menos para mí; los problemas respiratorios y el nacimiento prematuro hicieron que mis dos meses en la incubadora no fueran muy apacibles.
         En casa, los nervios estaban a flor de piel. Mientras mi abuela esperaba la llegada de mis tías para que las ayudara a gobernar a la chiquillería, mi padre nada más llegar a Ciudad Real se enteraba de la noticia y sin lugar a tomar un respiro tomaba el primer coche de línea de vuelta a casa.

    sábado, 10 de mayo de 2014

    Presentación

    Mi nombre es Alma, pero no me busques...no existo. Soy un personaje de ficción, y acabo de llegar a mi destino, ahora estoy deshaciendo mi equipaje y desempolvando de la maleta todos aquellos retazos de mi vida para ir ordenando recuerdos y vivencias..¿me acompañas?